El trauma causado por abusos sexuales es una herida profunda y devastadora que afecta a millones de personas en todo el mundo. Las víctimas de abuso sexual a menudo enfrentan una larga y difícil batalla para superar los efectos emocionales, psicológicos y sexuales de estas experiencias traumáticas.
Sin embargo, a pesar de los desafíos, la sanación es posible.
En este artículo, exploraremos los pasos esenciales y las estrategias efectivas para sanar el trauma por abusos sexuales y comenzar un proceso de recuperación.
Pero una de las primeras cosas que tengo que decir es que la sanación no aparece de la nada. Para sanar, necesitamos HACER distintas cosas. La sanación es un proceso ACTIVO, que implica ACCIONES.
No podemos sanar las heridas del abuso solamente siendo “conscientes” de lo que sucedió y recibiendo información. Por eso, en esta publicación quiero compartir contigo las principales bases o etapas de una sanación.
Por si acaso, esto es un resumen. Dentro de cada etapa, hay muchísimas cosas por hacer. Sanar es un proceso que toma mucho tiempo.
Más tiempo del que nos gustaría.
Contenido
¿Qué es el abuso sexual?
Comencemos hablando del abuso sexual.
¿Qué se entiende por abuso sexual?
Un tipo de actividad sexual – no exclusivamente sexo e incluso puede no haber contacto físico – que se da sin el consentimiento de una persona (y puede haber violencia como puede no haber).
Si quieres saber más sobre qué es el abuso sexual y qué es el consentimiento, te recomiendo leer este post: Abuso Sexual
Consecuencias del trauma sexual
A grandes rasgos el impacto del abuso en nuestra sexualidad es que nos enseña cosas muy equivocadas sobre sexo y la sexualidad. Y eso va a tener consecuencias en:
- cómo nos percibimos a nosotras mismas
- la relación que tenemos con nuestro cuerpo
- nuestros comportamientos sexuales
- la forma en la que nos relacionamos con las demás personas.
- nuestro funcionamiento y expresión sexual
Si quieres leer más sobre el impacto del abuso, puedes leer este post: Impacto del abuso en nuestra sexualidad.
Qué es el trauma
En palabras de Faith Harper, un trauma es una situación del tipo “qué MIERDA fue eso”.
Amo esta definición.
La verdad es que siendo sobreviviente de abuso sexual, creo que no hay palabras más acertadas para describir un evento traumático que “qué MIERDA fue eso”.
El trauma es el impacto de un evento que nuestro cerebro simplemente no puede entender. Aunque existan noticias catastróficas todos los días, nuestro cerebro nace programado para creer que el mundo es un lugar seguro.
Y un evento traumático justamente destroza esa idea.
Por si acaso, un evento no es traumático en sí mismo. Es el cómo NO procesamos la información, lo que hace que el evento sea traumático.
Y ese evento traumático del pasado, termina tiñendo nuestra vida del presente: nuestras emociones, nuestra capacidad de disfrutar, nuestras relaciones íntimas.
Cómo funciona nuestro cerebro
El cerebro de las personas hemos sufrido abuso sexual funciona diferente al cerebro de las personas que no han sufrido abuso sexual.
Y no me refiero a las cosas que pensamos (a nuestras creencias sobre el sexo o el impacto en nuestro autoconcepto); me refiero al CÓMO pensamos, al cómo procesamos la información.
El trauma cambia nuestra fisiología: es decir, cambia la forma en la que nuestro cerebro y nuestro cuerpo interactúan. Los traumas “dañan” nuestro sistema nervioso alterando nuestra percepción de seguridad y amenaza. Sufrir abuso sexual nos cambia para siempre porque cambia la forma en la que vemos el mundo: el mundo se convierte en un lugar inseguro. Esa es la razón por la que muchas sobrevivientes viven en un constante estado de alerta.
El hecho de que los traumas tengan un impacto en nuestro sistema nervioso es la razón por la que las terapias conversacionales, como las psicológicas, no suelen ser suficientes.
Yo personalmente considero que hacer terapia psicológica es muy valioso en caso de haber sufrido cualquier experiencia traumática. Siempre voy a animar a las sobrevivientes a hacer terapia.
Pero también estoy convencida de que las terapias psicológicas no son suficientes para sanar.
Las terapias psicológicas deberían ser parte de algo más integral.
Las terapias nos ayudan a lidiar con las emociones no resueltas que dejó el abuso. Emociones tipo miedo, rabia, tristeza, impotencia, vergüenza, culpa…
¿Pero qué hay de nuestra sensación de estar alertas constantemente? ¿Qué hay de esa sensación tan profunda de que no nos merecemos ser amadas o sentir placer? ¿De esa dificultad para vivir en nuestro cuerpo? ¿De esas reacciones irracionales que a veces tenemos cuando alguien nos toca o en algún encuentro sexual…
Las terapias psicológicas no abordan estos temas (no tienen por qué hacerlo!) y estos temas son esenciales para sanar.
Lo que acabo de decir era algo que yo siempre había intuido, que solo era mi opinión, hasta que leí un libro maravilloso llamado El Cuerpo lleva la Cuenta de Bessel Van der Kolk, un psiquiatra especializado en traumas. A lo largo de las más de 800 páginas que tiene el libro, el autor explica el por qué los traumas necesitan ser sanados de forma integral.
Cerebro triuno
La siguiente información está basada en información científica sacada de ese libro, pero resumida con mis palabras.
En general, nuestro cerebro se encarga de que reaccionemos a los estímulos del mundo.Constantemente recibimos información a través de nuestros cinco sentidos y nuestro cerebro emocional decide muy rápidamente si esa información es relevante para nuestra supervivencia; es decir, si estamos frente a una amenaza o no.
Cuando nuestro cerebro de supervivencia percibe una amenaza, reacciona segregando hormonas de estrés para que podamos escapar de la amenaza o luchar contra ella. Esto es lo primero que sucede. Y sucede siempre, ante cualquier amenaza percibida, así no sea real.
Si la amenaza no es real, recién después de segregar hormonas del estrés, nuestro cerebro racional entra en acción: recién después de que nuestro cuerpo se preparó para luchar o escapar, podemos pensar racionalmente si es necesario hacerlo. Cuando el cerebro racional determina que eso no era una amenaza, toda esa movilización interna de hormonas del estrés recupera sus niveles normales rápidamente.
Si estábamos ante una amenaza, después de luchar contra ella o escapar de ella los niveles de las hormonas de estrés también regresan a la normalidad: justamente fueron esas hormonas las que se usaron para luchar o escapar.
El cerebro necesita detectar amenazas rápidamente para poder actuar lo más rápido posible. Así que, simplemente saca conclusiones en base a nuestras experiencias pasadas. Si ve algo que se parece a una amenaza del pasado, va a movilizar todas nuestras hormonas así la amenaza no sea real.
En este proceso no entra en juego el cerebro racional. Es más, si la amenaza es muy peligrosa, nuestro cerebro racional puede dejar de funcionar.
La zona de detección de amenazas del cerebro de una persona con traumas no resueltos es más sensible que la de otras personas. Por eso, cuando la mayoría de sobrevivientes percibe un estímulo relacionado con el abuso, su cerebro racional deja de funcionar. La parte racional de nuestro cerebro se encarga del contexto y significado. Eso quiere decir que si nuestro cerebro racional no está funcionando, no podemos analizar si una experiencia está relacionada con el pasado, ni cuáles son las consecuencias que nuestras reacciones van a tener en el futuro.
En estos momentos en los que nuestro cerebro racional no funciona, tenemos reacciones irracionales.
Las etapas de la sanación
Entender que nuestro cerebro ha cambiado es fundamental para sanar un trauma; no solo de abuso sexual, sino cualquier trauma en general.
Cuando entendemos cómo funciona nuestro cerebro podemos darle el espacio que necesita para procesar la información.
Y procesar la información es necesario para que nuestro cerebro pueda darle un sentido al “qué MIERDA fue eso” y pueda volver a sentirse seguro.
De hecho, sentirnos seguras es la primera etapa para sanar un trauma.
Según Judith Herman (psiquiatra que ha centrado su trabajo en entender el tratamiento del incesto y el estrés traumático), para sanar cualquier tipo de experiencia traumática, necesitamos pasar por estas tres etapas en orden:
- Seguridad y estabilización: recalibrar nuestro sistema nervioso para enseñarle a nuestro cerebro que el abuso ya terminó.
- Recuerdo y duelo: trabajar con lo que el abuso generó.
- Reconexión: aprender a seguir adelante (de verdad).
Seguridad y estabilizacion
Para sanar las heridas del abuso, desgraciadamente necesitamos trabajar con el abuso. Hacer una sanación implica procesar todo lo que nos sucedió y para hacerlo, necesitamos ponernos en contacto con estímulos que nuestro cerebro relaciona con el abuso. Pero no podemos acercarnos a este tipo de estímulos si esto le hace creer a nuestro cerebro que el abuso sigue sucediendo.
Desarrollar seguridad
Por eso la primera etapa de nuestra sanación tiene que ser desarrollar una sensación de seguridad interna.
Trabajar con el abuso, o con cualquier trauma en verdad, sin sentirnos seguras hace que nuestro intento de sanar las heridas sea contraproducente y en algunos casos, hasta traumático nuevamente. Porque si no nos sentimos seguras, nuestro cerebro interpreta todo ese esfuerzo que estamos haciendo por sanar, como una amenaza.
Para desarrollar una sensación de seguridad interna, necesitamos enseñarle a nuestro cerebro a reaccionar en base a lo que sucede en el presente y no a lo que sucedió en el pasado. Eso se logra “recalibrando” nuestro sistema nervioso. Y, obviamente, es un proceso.
Desarrollar un autoconcepto positivo
No podemos sentirnos seguras si nosotras mismas somos nuestra propia amenaza. Por eso, para sentirnos seguras también necesitamos limpiar nuestro autoconcepto de la contaminación del abuso.
El abuso suele tener un fuerte impacto en nuestro autoconcepto. No solo porque nos enseña cosas negativas sobre nosotras mismas; sino también por todo lo que hemos tenido que hacer para sobrevivir a lo que el abuso generó.
Por definición un trauma es insoportable: no solo la experiencia traumática en sí, sino todas las emociones que esa experiencia desencadena. Y como el objetivo principal de nuestro cerebro es sobrevivir, va a tratar de soportar esas emociones insoportables de la forma que pueda.
Y lo más probable es que las soluciones que tu cerebro encontró para lidiar con todo lo que genera el trauma, hayan desencadenado comportamientos por los que te juzgas y por los que sientes vergüenza.
Pero necesitas entender que sobreviviste con lo que podías: hiciste lo que pudiste con las herramientas que tenías.
No es justo que te aferres a opiniones equivocadas o pasadas sobre ti misma.
Piensa en tu autoconcepto como un espejo. Los espejos limpios nos devuelven una imagen precisa de nosotras mismas, pero los espejos sucios no.
Es muy probable que tu espejo se haya ensuciado con creencias negativas sobre el sexo y la sexualidad.
Y un espejo sucio no nos devuelve nuestra imagen real: nos devuelve una imagen distorsionada.
Por eso, parte de desarrollar seguridad es limpiar ese espejo sucio para interiorizar que es seguro ser nosotras mismas.
Recuerdo y duelo
El duelo es el proceso de asimilar una pérdida. Solemos hablar de duelo cuando perdemos a un ser querido, pero el proceso de hacer duelo no se restringe a la muerte.
El abuso sexual implica distintas pérdidas dependiendo del caso. Por ejemplo: la pérdida de nuestra inocencia, la pérdida de sentirnos seguras, la pérdida de confianza, la pérdida de una familia en varios casos. Cada una de esas pérdidas necesitan pasar por su propio proceso de duelo para dejar de generar sufrimiento.
Sentir las emociones
Hacer duelo implica sentir las emociones que hemos reprimido durante este tiempo. Necesitamos sentir todo lo que no hemos querido o no hemos podido sentir: nuestra soledad, nuestra vergüenza, nuestra humillación, nuestra tristeza, nuestra rabia, nuestro dolor.
Desgraciadamente, solo sintiendo el dolor podemos lograr que nos deje de doler.
¿Y qué significa sentir? ¿Cómo se siente? ¿Dónde se siente?
Rehabitar el cuerpo
Todas nuestras emociones las sentimos en el cuerpo. Las emociones y nuestro cuerpo no están separados: todas las emociones las sentimos en le cuerpo.
Las emociones se traducen en sensaciones físicas.
Desde que somos bebés tenemos emociones que se traducen en sensaciones físicas. Mientras vamos creciendo decidimos ponerle nombre y racionalizarlas de alguna forma, pero en verdad nuestras emociones son sensaciones físicas.
Por eso, para pasar por este proceso de duelo necesitamos dejar de disociarnos y regresar a nuestro cuerpo.
Esa sensación de que las cosas suceden a nuestro alrededor, pero nosotras no estamos dentro de nuestro cuerpo se llama disociación. Es como si nuestro cuerpo estuviera en un lugar físico pero nosotras no.
La razón por la que la disociación es tan común en las sobrevivientes de abuso es porque en algún momento de nuestras vidas tuvimos que disociarnos para sobrevivir.
La disociación es importante para sobrevivir al abuso. Es un intento de nuestro cerebro de distanciarse mental, emocional e incluso espiritualmente del dolor, la manipulación y la traición del abuso.
También es una forma de sobrevivir después del abuso: es una forma de soportar las emociones insoportables que el abuso desencadenó.
Disociarnos fue un acto de supervivencia en el pasado; pero ya no lo es.
Cuando nos disociamos de nuestro cuerpo es como si lo apagáramos para no sentir dolor (ni físico ni emocional). Pero el problema de apagarlo para no sentir dolor es que también lo apagamos para no sentir ni deseo ni placer.
Por eso, parte de sanar nuestras heridas implica aprender que nuestro cuerpo es un lugar seguro y habitarlo nuevamente.
Imagen cristalizada
El abuso sexual suele recordarse como una imagen cristalizada y no como una historia cronológica: es decir, no se recuerda como un relato con un inicio, un desarrollo y un final.
La idea de esta imagen cristalizada es que los recuerdos se fusionan: son un bloque de recuerdos en vez de cada recuerdo por separado.
Mientras vivimos una experiencia traumática, nuestra atención se intensifica: nuestro cerebro registra la experiencia hasta el mínimo detalle. Cada uno de esos detalles se codifica como un fragmento que forma parte de la imagen cristalizada.
Estos fragmentos incluyen distintos estímulos sensoriales (imágenes, sonidos, olores, sensaciones físicas, etc.) y emociones muy intensas, normalmente de terror e impotencia. En otras palabras, los estímulos sensoriales que percibimos durante el abuso, se quedan fusionados a las emociones intensas que el abuso generó.
Cuando percibimos cualquier fragmento de esa imagen cristalizada en nuestro presente, reaccionamos a toda la imagen cristalizada. Eso significa que no reaccionamos a un estímulo específico si no a todo el recuerdo del abuso.
Y por lo tanto, nuestro cerebro racional deja de funcionar nuevamente.
Reacciones automáticas
Cuando nuestro cerebro racional no funciona, dejamos de tener el control de nuestras reacciones; nuestras reacciones se convierten en irracionales.
De hecho, puede que en ese momento ni siquiera seamos conscientes de que estamos reaccionando de forma irracional. Simplemente nuestras experiencias del presente se contaminan con emociones, pensamientos y sensaciones del pasado.
A este tipo de reacción Wendy Maltz las llama reacciones automáticas.
Estas reacciones automáticas pueden ser de distintos tipos:
- respuestas emocionales: sentimientos incómodos ante el contacto físico o ambientes sexuales. Los más comunes son el miedo y la rabia.
- sensaciones físicas: pueden estar asociadas a la tensión y dificultar la relajación tan necesaria para disfrutar del placer sexual.
- pensamientos intrusivos: pueden ser flashbacks, fantasías abusivas, pensamientos negativos sobre tu pareja sexual o incluso pensamientos negativos sobre ti misma.
Por si acaso, estas reacciones automáticas no solo aparecen en encuentros sexuales, también pueden ser respuestas a la intimidad y al contacto físico en general.
Como las reacciones automáticas no nacen en nuestro cerebro racional, muchas veces no las entendemos y nos confunden, molestan, entristecen y/o frustran.
De un momento a otro sentimos cosas que no queremos sentir, hacemos cosas que no queremos hacer o pensamos cosas que no queremos pensar.
Gatilladores
Desgraciadamente, cualquier cosa que te haga acordar (consciente o inconscientemente) al abuso sexual es un potencial gatillador de estas reacciones automáticas.
Los gatilladores pueden aparecer de distintas formas: pueden ser un tipo de contacto físico, un movimiento, algún tipo específico de actividad sexual, una posición, un olor, un sonido, un entorno, una sensación, una palabra o frase, una característica física o incluso un sentimiento.
Algunos gatilladores son obvios, pero otras veces las conexiones no son claras: quizás solo sientes que algo te molesta o te fastidia, pero ni siquiera sabes qué es exactamente, porque no encuentras relación racional con el abuso.
Y algunos gatilladores son difíciles de identificar porque pareciera que no tienen nada que ver ni con sexo, ni con contacto físico, ni con intimidad. Como un objeto por ejemplo.
Muchísimas sobrevivientes lidian con las reacciones automáticas evitando situaciones donde podrían haber gatilladores. Esto suele ser inconsciente.
Inconscientemente evitan situaciones relacionadas con el contacto físico, la intimidad y el sexo. Por eso muchas sobrevivientes suelen tener una vida íntima y sexual muy limitada.
Al evitar las reacciones automáticas, les damos más poder: vitar las reacciones automáticas es una forma de mantener vivo el abuso que debería estar en el pasado.
La mejor forma de lidiar con las reacciones automáticas es haciendo lo contrario: familiarizándonos con ellas y aprendiendo a controlarlas.
Pero previamente se necesita pasar por la etapa de seguridad y estabilización.
Trabajar con nuestros gatilladores y reacciones automáticas sin sentirnos seguras, puede ser peligroso y contraproducente para nuestra sanación.
Reconexión
La última etapa de reconexión se ve traducida en recuperar nuestro derecho a sentir placer.
Y no solo hablo del placer sexual.
Contacto físico
Desde el día en el que nacemos sentimos el contacto físico de mínimo una persona y a partir de ese momento, vamos aprendiendo a tener contacto físico como una forma de comunicación y expresión.
Nuestro contacto físico con otras personas nos enseña a tener contacto físico con más personas. Inicialmente, este contacto está relacionado a nuestros padres o cuidadores.
Y lo saludable es aprender a asociar el contacto físico con confianza, seguridad y comodidad.
Idealmente, mientras vamos creciendo, se construye gradualmente un cimiento de experiencias de contacto físico placentero: aprendemos a disfrutar del contacto físico en etapas. Cada experiencia satisfactoria de contacto físico nos prepara para una siguiente etapa de contacto físico.
Sin embargo, las sobrevivientes de abuso sexual infantil no aprendimos a tener contacto físico bajo estas condiciones ideales.
Muchas sobrevivientes fueron forzadas o manipuladas para experimentar un tipo de contacto físico sexual muy temprano, sin respetar la necesidad de construir experiencias de contacto físico NO sexual antes de pasar al contacto físico sexual.
Por eso, antes de aprender a disfrutar el placer sexual, necesitamos aprender a disfrutar el contacto físico por el contacto físico en sí.
El abuso sexual nos suele enseñar que el contacto físico es una forma de dominar y controlar a otra persona. Por eso, en muchos casos, terminamos asociando contacto físico con vulnerabilidad; como si el contacto físico fuera una puerta para que otras personas se aprovechen de nosotras.
Si tu cerebro asocia contacto físico con vulnerabilidad, es muy probable que no te sientas cómoda con el contacto físico así no sea sexual.
Quizás el contacto físico sexual es la forma más “elevada” de contacto físico, por decirlo de alguna manera, pero el sexo solo es UN TIPO de contacto físico. Hay muchísimos tipos de contacto físico NO son sexuales.
Educación sexual desde cero
Para disfrutar nuestra vida sexual de verdad, necesitamos saber cómo funciona nuestro deseo sexual, nuestro ciclo de respuesta sexual y también nuestros genitales.
El ciclo de respuesta sexual es un modelo de distintas fases de respuestas fisiológicas ante la estimulación sexual. Hay distintos modelos, pero en general se habla de excitación, orgasmo y resolución (que es la etapa después del orgasmo).
El abuso sexual infantil es la primera vez que estamos expuestas al sexo y obviamente es la peor forma de educación sexual que una persona puede recibir.
En el caso del abuso sexual infantil, generalmente los abusadores les enseñan a sus víctimas cosas equivocadas sobre el deseo sexual, la excitación, los orgasmos y también sobre los genitales.
Las personas que hemos sufrido abuso sexual infantil hemos aprendido de nuestros propios genitales en términos del abusador: aprendimos equivocadamente que nuestros genitales “servían” para satisfacer a otra persona sexualmente, sin ni siquiera conocer sus funciones biológicas.
Y si no has tenido acceso a una buena educación sexual, puede que esa información errada sobre tu cuerpo, el sexo y la sexualidad la hayas asumido como verdad.
Por eso es importante desechemos casi todo lo que aprendimos sobre el sexo y la sexualidad y comenzar de cero prácticamente.
Sanación activa
Lamentablemente el tiempo no cura las heridas.
Al menos no las heridas que un abuso sexual deja en nuestra sexualidad.
Implementar todo lo que acabo de compartir no es un proceso rápido ni fácil.
Usando mi caso de ejemplo: yo sufrí abuso cuando tenía 9 años. Había pasado alrededor de 20 años repitiendo el camino de la disociación; reaccionando ante los mismos gatilladores; y repitiendo los mismos patrones de comportamiento
Por eso aprender a sentirme segura y valiosa; a vivir en mi cuerpo y sentir las emociones; a manejar mis reacciones automáticas; a disfrutar el contacto físico; y aprender a tener comportamientos sexuales saludables, me tomó mucho tiempo y necesité mucha acción.
Puede dar rabia. Lo sé.
En varios momentos de mi sanación he pensado: el abuso ya me robó demasiado y encima tengo que invertir mi tiempo y mi energía en sanar.
Es frustrante, Sí…
El abusador fue el culpable del abuso, sí…
Pero yo era la única responsable de sanar mi sexualidad.
Y lo maravilloso de haber pasado por un proceso de sanación activa es que me siento libre.
Me siento YO.
Siento que limpié la contaminación que el abuso dejó en mí, en mis creencias y en mis comportamientos.
Probablemente no he limpiado toda la contaminación, pero sí una gran parte… la parte suficiente para poder disfrutar mi sexualidad y mi vida general.
Suena a cliché pero en verdad es como una nueva vida.
Obviamente con altibajos, como los de cualquier ser humano.
Obviamente todavía me disocio de vez en cuando también. Si no estoy realmente relajada también puede aparecer una reacción automática, pero al menos ya sé reconocer qué es lo que está sucediendo y ya sé manejarlo.
Camino de sanación
Además de mis beneficios personales, una de las cosas que más me gusta de haber pasado por ese camino es que tengo la fortaleza necesaria para hablar de mi historia y ayudar a más personas que han pasado por situaciones similares a la mía.
Por eso he escrito ConSentimiento: Programa de Sanación, un libro en el que he resumido y sistematizado mi propio camino y el de otras sobrevivientes.
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